la Opinion

Edgar Allan Poe

(Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809-Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849)

“Y todo lo que amé, lo amé Solo…”

SOLO

Desde el tiempo de mi infancia no he sido como otros eran, no he visto como otros veían, no pude traer mis pasiones de una simple primavera.

De la misma fuente no he tomado mi pesar, no podría despertar mi corazón al júbilo con el mismo tono; Y todo lo que amé, lo amé Solo. Entonces -en mi infancia- en el alba de la vida más tempestuosa, se sacó de cada profundidad de lo bueno y lo malo el misterio que todavía me ata:

Del torrente, o la fuente,

Del risco rojo de la montaña,

Del sol que giraba a mi alrededor en su otoño teñido de oro,

Del rayo en el cielo cuando pasaba volando cerca de mí,

Del trueno y la tormenta,

Y la nube que tomó la forma (Cuando el resto del Cielo era azul)

De un demonio ante mi vista.

EL VALLE INTRANQUILO

Hubo un tiempo en que el valle sonreía, silencioso, aunque nadie allí vivía; su gente había marchado hacia la guerra confiando el cuidado de esa sierra, por la noche, a la mirada fiel de las estrellas desde su azul cuartel y de día, a los rojos resplandores del sol que dormitaba entre las flores. Mas ahora para todo visitante el valle triste es inquieto e inquietante. Nada allí se detiene un solo instante... nada salvo el aire que se cierne sobre la soledad mágica y perenne. ¡Ah, ningún viento agita los ramajes que palpitan como el glacial oleaje en torno a las Hébridas salvajes!

¡Ah, ningún viento empuja el furtivo manto de nubes que, sin respiro, surcan durante el día el cielo esquivo sobre las violetas allí esparcidas como ojos humanos de mil medidas...! sobre las ondeantes azucenas que lloran junto a las tumbas ajenas! Ondean: y en sus pétalos más tiernos se juntan gotas de rocío sempiterno. Lloran: y por sus tallos claudicantes bajan perennes lágrimas como diamantes.

Que no se diga neciamente que mi morada es oscura y angosto mi lecho; pues jamás hombre alguno durmió en lecho distinto, y todos ustedes, para dormir, dormirán en un lecho idéntico.

Mi espíritu atormentado descansa blandamente, olvidando, jamás añorando sus rosas; sus viejos anhelos de mirtos y rosas.

Pues ahora, mientras yace apaciblemente, se imagina alrededor un aroma más sagrado; un aroma de pensamientos, un aroma de romero mezclado con pensamientos, con las hojas de ruda y los hermosos y humildes pensamientos.

Y así yace en paz, sumido en el sueño sin fin de la verdad y la belleza de Annie, anegado entre las trenzas de Annie.

Ella me besó delicadamente, ella me acarició con ternura, y yo me dormí suavemente sobre su seno, profundamente dormido en el cielo de su seno.

Cuando la luz se extinguió, ella me tapó cuidadosamente, y rogó a los ángeles que me protegiesen de todo mal: a la reina de los ángeles que me guardara de todo mal.

Y tan quieto permanezco tendido en mi lecho (sabiendo el amor de ella), que ustedes imaginan que estoy muerto; y tan apaciblemente reposo en mi lecho (con el amor de ella en mi seno), que imaginan que estoy muerto, se estremecen al mirarme creyéndome muerto.

¡Pero mi corazón es más brillante que las estrellas que salpican en miríadas el cielo, pues brilla con Annie, resplandece con el amor de mi Annie, con el pensamiento de la luz de los ojos de mi Annie!

Poesía

es-co

2022-08-07T07:00:00.0000000Z

2022-08-07T07:00:00.0000000Z

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La Opinion de Cucuta