la Opinion

El legado de Saramago

Jimmy Fortuna

Saramago nunca ha dejado de sorprender a sus ávidos, leales y comprometidos lectores. Aún, después de doce años de su muerte, sus letras siguen cobrando vida, debido a que poseen la magia de los grandes artistas: perdurar y ganarle la batalla al implacable tiempo. Dentro de su nutrida producción intelectual y artística, hay un título, que hace ocho años volvió a deleitar a quienes aman sus punzantes historias: Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, obra póstuma, la última que su magistral mente estaba ideando, en medio de las dolencias de sus últimos días por este plano terrenal. Aunque no pudo concluir el proceso de escritura de este texto, a causa de la inoportuna visita de La Parca, José Saramago, Premio Nobel de Literatura, dejó para la posteridad tres capítulos de esta novela y una serie de apuntes, que develan lo que pudo haber sido el nal de esta obra narrativa, que indaga entre re exiones, por parte de su acostumbrado narrador omnisciente, por los entresijos de un humilde empleado con una curiosidad innata por el pasado y por todo lo concerniente con el imperio de las armas, una de las multinacionales que más dividendos genera, infortunadamente.

La edición cuenta, además, con una serie de ilustraciones del Premio Nobel de Literatura Günter Grass, que se encargan de dar un tono solemne a esta obra de Saramago, que se centra en la vida de Artur Paz Semedo, «o cinista del departamento de facturación» de Producciones Belona S. A., «histórica fábrica de armas», y en su mundo circundante, rodeado por Felícia, su exesposa, y todos los aspectos en la vida rutinaria de un empleado, sin mayores aspiraciones, amante de los lmes bélicos, de las facturas y de los números, pero nada comprometido con la lectura de libros. En esta novela, como ya ha sido habitual en sus anteriores obras, lanza certeros dardos sobre la humanidad, a través de ese narrador, cómplice con el lector: «Todos los países, sean como sean, capitalistas, comunistas o fascistas, fabrican, venden, compran armas y no es extraño que las usen contra sus propios naturales».

El arte se nutre de sí mismo. En la historia de esta obra del autor de Ensayo sobre la ceguera, el detonante se activa, a partir de una película: Espoir, sierra de Teruel, de André Malraux, que transforma la mente de Artur y lo lleva a «investigar en los negocios de la empresa» para la que trabaja. De ahí en adelante, el protagonista, tal y como sucede en Todos los nombres, va descubriendo y revelando aspectos nunca antes sopesados por algún otro ser en sus mundos de ficción: la verdad.

Además de las creaciones de Grass y de las «Notas de trabajo de José Saramago», la obra está acompañada de dos escritos, que intentan leer, entre líneas, la obra del escritor portugués: «Un libro inconcluso, una voluntad consistente», de Fernando Gómez Aguilera, y «Yo también conocía a Artur Paz Semedo», de Roberto Saviano, sumado al hecho de que, también, plantean posibles rutas de interpretación de esta novela, que encierra el verdadero legado de Saramago: una lucidez incuestionable sobre las problemáticas inherentes al ser humano.

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2022-08-07T07:00:00.0000000Z

2022-08-07T07:00:00.0000000Z

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