la Opinion

Potosí, de la opulencia al olvido

Juan Pabón Hernández

Cuando terminaban las fastuosas estas, los españoles (y los nuevos ricos) comenzaban a tirar por la ventana las vajillas usadas, para que las recogieran los sumisos pobladores de Potosí. La ciudad era entonces el centro de la opulencia del alto Perú -hoy Bolivia-, plena de tradiciones indígenas y de leyendas derivadas de la grandiosa fortuna que dejaban las explotaciones minerales. Era la muestra del gran despliegue de lujo y derroche coloniales, en la cual la plata brotaba generosa para otorgar a Potosí una categoría de ciudad europea, justi cando aquella leyenda que, de las entrañas del Cerro Rico, gobernado por Huayna Kapac, se originaría un imperio diferente al de los Incas. Esa montaña con forma de pirámide, de color rojo, contenía el mayor tesoro de la región, cerca al cruce de caminos con Buenos Aires y Lima, donde se congregaba la economía y se articulaban los pueblos alrededor de Potosí para comenzar a progresar, siendo el más importante de ellos Sucre, que se iba a constituir como el eje educativo y jurídico del imperio español. Hoy, los escombros son sólo memoria de un esplendor de tres siglos, como un castigo del destino a la soberbia, con el son de campanas que tocan la tristeza y lamentan el fúnebre recuerdo de su riqueza.

LOS SECRETOS REPOSAN EN SUS CALLEJAS

La huella de Potosí queda estampada en esas alturas de 4000 metros, coronada por los vientos de la cordillera de Los Andes y su brillo yace apagado y sumiso, postrado ante el Cerro Rico, con el aroma de los perfumes y la locura de los grandes bailes, con las mansiones decorando el eco de una gloria que duró casi cuatro siglos y se gestó a partir del Imperio de Los Incas. Sus tesoros se fueron en los buques españoles rumbo a la corona unos y, otros, a Buenos Aires, Santiago o Lima, para nutrir el comercio, los desmanes, los placeres de la buena vida y los desórdenes que produjeron al nal la debacle de la economía.

De Sucre (Charcas) sólo queda la sombra de una hermosa ciudad, representativa del barroco, una imagen de Europa en América Latina. Francisco de Pizarro ordenó su fundación a Pedro de Anzures, en 1538, para alojar a la burguesía española y darle las ventajas de su ubicación al pie de la cordillera oriental.

Cuántos secretos del pasado reposan en ella, sólo re ejados en un patrimonio arquitectónico encantador y viejas anécdotas de plazas, centros de arte, jardines, carnavales (Tarabuco) y estas populares, con el recuerdo seductor de las jornadas de la aristocracia que quedaron otando en sus callejas y vericuetos con aire de secreto. Allí se sucedieron los grandes dramas de la América de La Colonia, en medio del esplendor de la plata, por un lado, y la miseria de indios y negros por el otro, hasta que vino la independencia de las colonias.

EPÍLOGO: ya no aplica el dicho “eso vale un Potosí…”

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2022-08-07T07:00:00.0000000Z

2022-08-07T07:00:00.0000000Z

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